Javier Cabezón, trabajador de BSH en Esquíroz, interactúa a diario con robots colaborativos. Desde el año 2013 se han instalado 22 de ellos en la fábrica de Navarra y desde entonces, ayudan a la producción de los electrodomésticos. “He notado mejoras en mi ergonomía y realizo menos trabajo físico”, cuenta Javier. “Antes me encargaba de todas las fases del proceso y ahora solo realizo el posicionamiento y la comprobación. Además, me pregunto hasta dónde puede llegar a ser el trabajo en el futuro con la robotización”, reflexiona.
Los robots colaborativos han nacido para aprender y responder a cualquier tipo de situación, incluso a las tareas de montaje difíciles. En colaboración con los humanos, ayudan en las líneas de producción moviendo y uniendo las partes pesadas.
No obstante, las personas siguen siendo muy necesarios en esta línea de producción. Son ellas las que se encargan de enseñar al cobot qué función debe hacer.
Los resultados han sido tan alentadores que en otras fábricas como La Cartuja y Montañana se han instalado también cobots.